Se me consume la vida.

Se me consume la vida.
Y lo hace al mismo tiempo que se consume mi cigarrillo, perdido en el cenicero, iluminado tan solo por su propia luz, roja, caliente, imperceptible.

Lo observo desde una distancia considerable, sentada en mi silla en las que tantas horas paso, ella es la única que soporta todo mi peso y mi angustia.

El tamaño de mi cigarro cada vez es mas pequeño y su ceniza engorda poco a poco. Sé que llegara el momento en que esa ceniza caiga, se desparrame por el cenicero, igual que yo ante el mundo.

Si hago un esfuerzo, puedo ver el humo que nace de él para terminar esfumándose por la habitación. Quizás también lo haya hecho del mismo modo mi juicio, apartándose de mi sin ninguna intención de volver.

Debería parar esto, remontar mi vida, coger el toro por los cuernos... fumarme ese cigarro sin compasión alguna y no dejarlo consumirse delante mía. Si bien, ese cigarrillo, aunque pequeño puede saciar mi ansiedad y mi congoja.

Pero me faltan fuerzas...
Es mas fácil ver como se desintegra mi vida, dejarla correr como si fuese un corriente de sangre que se desliza por la acera, un gran cauce de sangre que surge de mi herida en la cabeza... una herida provocada por el dolor, pero una herida amparadora que conseguirá apagar mi sufrimiento... como mi cigarrillo cuando termine de consumirse.