28 de septiembre de 2005

Regodeo


Miradas que se pierden al fondo de una habitación vacía.

Una habitación donde se cruzan nuestros cuerpos, pero donde no se encuentra nuestro ser.
Miradas frías, miradas cálidas, miradas dolidas, incluso miradas rencorosas.
Pero todas ellas, mirandas que se pierden.

Incómodos silencios, se apoderan de las ya pasadas conversaciones llenas de misterios, cargadas de buen sabor, sabor a chocolate y fresa tal vez.
Mutismos que se cortan cuando te acercas hacia mi con cara de querer susurrarme al oído los mil perdones y así aguzar una sonrisa en mi rostro que tanto tiempo permaneció escondida...

Pequeña ilusa!!... me grita mi yo interior cargado de rabia...

Pero me siento tan débil cuando pasas tu mano por mi cara y me regalas un beso en la boca, cargado de mentiras, carente de sentimiento, pero al fin y al cabo un beso que yo esperaba.

Sabes como hacer que me pierda utilizando tu lengua, mientras te empleas con mis pezones endurecidos por un regodeo mas que intenso. Suspiros que se mezclan con un sin fin de caricias en lugares insospechados, lugares que solo tu conoces y manipulas contra mi.

Terminamos fundiéndonos en un mismo cuerpo. Gimiendo en silencio, odiándonos de placer.


Estremezco con cada puñalada dentro de mi. Sintiendo tu deseo, sintiendo tus manos apretando fuerte mis muñecas y embriagándome de un cálido aire sobre mi cuello provocado por tus sollozos.

Una vez mas espero a que te vayas sin decir nada, sin pronunciar esas palabras que antes me parecían tan tiernas y conmovedoras, y que ahora resultarían la medicina perfecta para esta enfermedad que tu has creado en mi. Palabras que aliviarían mi rabia y mi odio.

Pero tu, tuviste que hacerlo después de morder de esa pasmosa forma mi oreja, y confesarme entre jadeos...

Te odio, te odio!!

Te odio por no haber aparecido antes!
Te odio por haber aparecido!
Te odio por querer follar conmigo!
Te odio por ser como eres!
Te odio porque me odio a mi!
Te odio porque solo pienso en follarte!

Te odio pequeña princesa, por ser como eres. Por ser esa princesa de verdad, de las que notan una mota de polvo que se oculta en sus zapatos nuevos.

Te odio por proporcionarme esas miradas frías que consiguen ponerme tan caliente. Te odio por esos silencios incómodos que tu creas, acusándome a mi de toda culpa.

Te odio por ser tan perfectamente imperfecta y por querer matarme de placer y conseguirlo...

Entonces, te muerdes los labios, apresas fuerte los dientes y callas. Convirtiendo los silencios incómodos en pausas para recuperar el aliento.


Y es cuando tu caes exhausto encima mía, los dos jadeamos, yo sonrío mientras miro el pálido techo y me invado de una tranquilidad brutal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso y evocador


Jose